Moi je dis que les bonbons valent mieux que la raison

Cuando elegí el disco de Camille entre los 15 mejores del 2005 propuse una comparación con Björk y con Laurie Anderson. El 19 de abril pasado, Camille se presentó con su banda en La Trastienda. El concierto fue un espectáculo único en muchos sentidos, pero salvo ciertos pasos coreográficos frenéticos o la orquestación de algunas canciones por medio de voces humanas exclusivamente, la alusión a Björk parece un poco forzada. También se vuelve remota la relación con Laurie Anderson ya que la performance de la francesa está en otra clave. Nada de la estética vanguardista estaba presente esa noche. Camille no quiere experimentar, quiere jugar. En compañía de 2 hábiles instrumentistas al piano/acordeón y al bajo/percusión, Camille da rienda suelta a sus caprichos. Samplea sus propias voces (terceras, gritos, aullidos, gemidos, arias) para crear efectos rítmicos o líricos indistintamente. Baila, salta, se tropieza, y hasta ladra y maúlla en cuatro patas. Cualquier cosa está permitida y, lo más atractivo, cualquier cosa suena fresca. Puede imitar a Darth Vader, coleccionar a sus ex en el escenario (entre los que cuenta al embajador de Francia presente en la sala), o reírse de los hombres que se siente héroes por abrir una mermelada e invitarlos a cantar: “Soy una chica”. Puede ponerse melancólica y jugar con su sombra en un muelle, e inmediatamente después ponerse insolente para preguntar: “Pourquoi tu m'appelles Janine alors que j'm'appelle Thérèse?” o “Pourquoi tu m'appelles triangle alors que j'm'appelle trapèze?”
¿Cómo es posible que esto sea encantador? Porque, repito, en Camille no hay ni un atisbo de provocación vanguardista. Camille muestra el artificio de mostrar el artificio. Tampoco se trata de una risa posmoderna. Camille duda. Propone una conceptualización de sus obra: le fil, y entonces traza un hilo a lo largo del escenario donde termina enredada. Sabe que esa es la manera en que puede funcionar, no va a arruinar su show con una esmerada producción, ni va a sostener un discurso más de lo que dura una canción. Nuevamente, ¡bien por Camille!